“Cada vez que
nos enojamos, cada vez que nos hacemos mala sangre, cada vez que gritamos, cada
vez que discutimos, se produce una serie de cambios internos, una descarga muy
importante de adrenalina que aumenta la presión arterial, aumentan los latidos
cardíacos, aumenta el ácido clorhídrico en el estómago. Y si uno multiplica ese
episodio por la cantidad de veces que sucede en el día, en la semana, en el mes
y durante años, uno puede llegar a entender cómo el ser humano enferma tan prematuramente".
Las preocupaciones son parte de nuestra vida. Todos en alguna medida estamos sujetos a preocuparnos por nosotros y nuestros seres queridos. También es normal el disgustarse por algún incidente. Sin embargo, estas preocupaciones y estos disgustos desaparecen al poco tiempo.
Con lo que debemos ser cuidadosos es cuando el disgusto se queda por horas, días y a veces semanas. Estas preocupaciones y disgustos que se quedan por un tiempo determinado en nuestro organismo echan raíces, afectando nuestros sentimientos, pensamientos y nuestro comportamiento.
Las situaciones de estrés y angustia llegan a
debilitar el sistema inmune del organismo, haciéndolo vulnerable a contraer
enfermedades.
Las creencias negativas producen emociones negativas, afectan la vulnerabilidad de la persona a contraer enfermedades ya que debilitan la eficacia de ciertas células inmunológicas, eso NO significa que todos aquellos que tengan estas emociones serán más vulnerables a una enfermedad.
Las creencias positivas producen emociones positivas son beneficiosas a la hora de la recuperación de la enfermedad, la persona que tiene muchas esperanzas es más capaz de resistir en circunstancias penosas.
Nuestras abuelas ya lo sabían y nos decían: “la tristeza, la preocupación obsesiva y otras emociones podrían dañar el corazón, provocar úlceras, arrugar el cutis y hacernos más vulnerables a las infecciones“.
Para gestionar adecuadamente las emociones:
- No debemos someterlas a censura.
- Estar atentos a las señales emocionales, tanto a nivel físico como mental.
- Buscar las situaciones que las desencadenan.
- Descargar físicamente el malestar que nos generan.
- Expresar nuestros sentimientos a la persona que los ha desencadenado.
Es interesante constatar que por fin, la medicina
científica occidental está enfocando con mayor ahínco, su atención en las
emociones, las actitudes y los pensamientos. Hace falta que la medicina
occidental se libere de la obsesión por el uso de medicamentos para todo y
comience a incorporar formas de curación que no requieren siempre de medicinas
químicas, sobre las que pese a los avances , no se conoce por entero sus
efectos.
Más información con el siguiente audio:
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